TITULO: La conversión de Pedro
TEXTO: “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es el Cristo)” (Jn 1:40-42)
LECTURA BIBLICA: Juan 1:35-42
INTRODUCCIÓN. Hay algo simpático en Simón Pedro. Era un personaje interesante. Cada uno de nosotros podría identificarse con él. Por ejemplo Pablo a veces desarrolla una teología tan profunda que nos deja algo confusos. Juan, el discípulo amado, estaba tan cerca del Maestro que nos hace temer que nunca podremos alcanzar tal cercanía. Pero, del impulsivo, hablador, jactancioso, confiado en sí mismo, pescador, penitente, perdonador Pedro, de él decimos: “¡Ese soy yo!” Naturalmente nos imaginamos a Simón Pedro como un pescador fornido, rudo. Tenía un corazón tan grande que seguramente necesitaba de un gran cuerpo para contenerlo. Se apuraba para hablar, era sincero, genuino, el líder natural de cualquier grupo. Al transformarse Simón en Pedro, uno mismo se identifica con ese proceso y descubre que el Gran Escultor también está esculpiendo nuestras vidas para que la persona que él quiere que seamos aparezca.
Esta serie de sermones realmente se ocupa del Señor de Simón, quien con tanta paciencia, con tanto amor y ternura lo formó hasta que se transformó en Pedro. Si el Señor pudo hacer esto con Simón, hay esperanza para cada uno de nosotros. Los sermones que se ocupan de los tratos del Señor con Simón Pedro nos aclaran mucho sobre los comienzos del cristianismo, y deberían tener un gran valor práctico para los cristianos de nuestros días.
- LOS FACTORES EN LA CONVERSIÓN DE SIMÓN
- El ministerio de Juan el Bautista. Pedro y Andrés, lo mismo que Jacobo y Juan, dos pares de hermanos de Bethsaida (casa del pescado) en Galilea, concurrían a las reuniones que Juan el Bautista llevaba a cabo en la parte oriental del río Jordán del otro lado de Judea, en Betábara. Juan el Bautista se identificó como el precursor del Mesías, quien había venido con el espíritu y el poder de Elías tal como lo profetizara lsaías 40:3-5 y Malaquías 3:1; 4:5,6 (ver Mr 1:2·6; Mt 3:1-6; Lc 3:3-6).
(xx)- Juan predicaba, “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 3:2). Pedía a todos que se prepararan para la venida del Señor arrepintiéndose de sus pecados. El bautismo simbolizaba la muerte al pecado y la remisión de pecados. Juan les advirtió a los fariseos y saduceos que ellos no se salvarían por ser descendientes naturales de Abraham. Debían evidenciar verdadero arrepentimiento (Mt 3:7-9). Les previno que no debían postergar su decisión. Así como el árbol que no lleva fruto es cortado, ellos podrían ser destruidos por el juicio de Dios si no producían frutos de arrepentimiento (Mt 3:10).
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Juan el Bautista anunciaba que el Mesías se acercaba; el bautismo de Juan había sido simbólico. El Mesías bautizaría con el Espíritu Santo y fuego (Mt 3 11). Probablemente el fuego se refería al efecto purificador de este elemento para separar la escoria del metal puro. El Mesías separaría al pueblo de Dios de aquellos que no eran suyos tan completamente como el agricultor separa el tamo del trigo (Mt 6:12).
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Cuando Jesús se acercó a Juan pidiendo ser bautizado, Juan titubeó. Pero Jesús insistió: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mt 3:15). Con su bautismo Jesús daba comienzo al ministerio que habría de culminar con su muerte y su resurrección. En el bautismo de Jesús el Espíritu de Dios descendió como paloma sobre él y la voz del cielo lo identificó como el amado Hijo del Salmo 2:7 y con el “siervo sufriente” de Isaías 42:1 al decir: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3:17).
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Esta es la señal que Juan el Bautista necesitaba. Ahora él proclamaba que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios (Jn 1:19-34) y el Cordero de Dios “que quita el pecado del mundo” (Jn 1:29) y que cumplía con la profecía de Isaías 53:7.
(xx) - Juan animó a sus discípulos a seguir a Jesús. En cierta ocasión un predicador, en un sermón dirigido a otros predicadores, hizo estas observaciones: “Primero, Juan el Bautista sabia que él no era el Mesías; segundo, Juan sabia quién era el Mesías; tercero Juan sabia cómo dirigir sus discípulos al Mesías —y agregó—: Esto es más de lo que algunos de nuestros predicadores saben.”
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“El día siguiente otra vez estaba Juan y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?” (Jn 1:35-38), lo cual era una forma muy cortés de decir que les gustaría tener una conversación con él. “Venid y ved”, les dijo Jesús, que es la forma en que contesta a cada alma que le busca.
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Jesús puede hacer frente a cualquier investigación. El recibe con agrado toda indagación sincera. Él es la verdad. Andrés, el hermano de Simón Pedro, y su compañero, cuyo nombre no se menciona (quien casi con certeza era Juan, el hermano de Jacobo, él que más tarde llegó a ser el amado apóstol, autor del Evangelio de Juan) pasaron el día con Jesús. Juan recuerda que era aproximadamente la hora décima. Aparentemente él usaba el horario romano, que es el que nosotros usamos.
(xx) - Andrés y Juan quedaron como discípulos de Jesús. ¿Cómo ganó Jesús estos dos primeros discípulos? Ninguno de los dos ha dejado indicación alguna al respecto. ¿Se produjo alguna revelación de su naturaleza divina? ¿Hubo alguna señal como la que recibió Juan el Bautista? ¿Es que Jesús, como lo haría más tarde (Lc 24:44-48), les mostró por el Antiguo Testamento aquellas profecías que se habían cumplido en él? No hay duda de que ese día la vida de ellos cambió completamente; testificaron: “Hemos hallado al Mesías” (Jn 1:41).
(xx)
- Juan predicaba, “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 3:2). Pedía a todos que se prepararan para la venida del Señor arrepintiéndose de sus pecados. El bautismo simbolizaba la muerte al pecado y la remisión de pecados. Juan les advirtió a los fariseos y saduceos que ellos no se salvarían por ser descendientes naturales de Abraham. Debían evidenciar verdadero arrepentimiento (Mt 3:7-9). Les previno que no debían postergar su decisión. Así como el árbol que no lleva fruto es cortado, ellos podrían ser destruidos por el juicio de Dios si no producían frutos de arrepentimiento (Mt 3:10).
- Andrés trajo a Simón al Señor Jesús. “Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es el Cristo), y le trajo a Jesús” (Jn 1:41-42).
- El relato posiblemente significa que lo primero que hizo Andrés fue ir a contar a Simón acerca de Jesús. Puede que haya llegado a Simón antes que Juan a su hermano Jacobo. El deseo de que otro conozca a Cristo es natural en cada persona que ha sido salvada por él. El interés en el bienestar espiritual de otros es una buena señal de que uno ha recibido el don de la salvación de parte de Dios.
(xx) - Andrés le contó su experiencia. No le dijo a Simón que tenía que dejar de maldecir y de usar lenguaje rudo, ni de tratar de mejorarse. Simplemente le dijo: “Hemos hallado al Mesías.” Su entusiasmo venció todas las objeciones que Simón pudiera haber presentado, y Andrés hizo lo que todo ganador de almas quiere hacer: trajo a Simón cara a cara con Jesús y los dejó solos. Simón debe haber quedado impresionado por el hecho de que Jesús sabía quien era él. “y mirándole Jesús dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir Pedro)” (Jn 1:42) “Cefas” en arameo y “Pedro” en griego significan “un trozo de roca”. Jesús ve en Simón ciertas cualidades que al desarrollarse lo harán digno del nuevo nombre: Pedro.
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- El relato posiblemente significa que lo primero que hizo Andrés fue ir a contar a Simón acerca de Jesús. Puede que haya llegado a Simón antes que Juan a su hermano Jacobo. El deseo de que otro conozca a Cristo es natural en cada persona que ha sido salvada por él. El interés en el bienestar espiritual de otros es una buena señal de que uno ha recibido el don de la salvación de parte de Dios.
- El ministerio de Juan el Bautista. Pedro y Andrés, lo mismo que Jacobo y Juan, dos pares de hermanos de Bethsaida (casa del pescado) en Galilea, concurrían a las reuniones que Juan el Bautista llevaba a cabo en la parte oriental del río Jordán del otro lado de Judea, en Betábara. Juan el Bautista se identificó como el precursor del Mesías, quien había venido con el espíritu y el poder de Elías tal como lo profetizara lsaías 40:3-5 y Malaquías 3:1; 4:5,6 (ver Mr 1:2·6; Mt 3:1-6; Lc 3:3-6).
- ANDRÉS, EL HERMANO DE PEDRO
Andrés era un hombre ordinario con un carácter extraordinario. En su evangelio Juan 10 menciona tres veces. En los dos primeros casos lo introduce como “Andrés, hermano de Simón Pedro” (Jn 1:40; 6:8; 12:22). Juan teme que no reconozcamos a Andrés a menos que aclare que se trata del hermano del más famoso Simón Pedro: Usando un poquito de imaginación podemos ver a Juan presentando a Andrés a otra persona. Esta le da la mano cortésmente y eso es todo, pero luego Juan añade: “Este es el hermano de Simón Pedro.” La persona aprieta calurosamente la mano de Andrés y exclama: “¿Así que usted es el hermano de Simón Pedro? me alegra mucho conocerle. Escuché a Simón Pedro cuando predicó en el día de Pentecostés. ¡Es un hombre maravilloso!”
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¿Nos gustaría ir a través de la vida siendo conocidos solamente como el hermano de alguien famoso? En cierto sentido Andrés tenía el lugar más difícil entre todos los apóstoles. El y su hermano Pedro, lo mismo que Juan y Jacobo, eran del mismo pueblo. Habían jugado juntos; sin duda fueron a la misma escuela y aprendieron a los pies del rabino del pueblo. Andrés, al igual que Pedro, Jacobo, y Juan, dejaron el negocio del pescado para dar todo su tiempo al ministerio del evangelio. Por alguna razón extraña, Pedro, Jacobo, y Juan formaron parte de un pequeño círculo muy cercano al Señor, del cual Andrés estaba excluido. Cuando Jesús resucitó a la hija de Jairo, Pedro, Jacobo, y Juan estaban presentes. Sobre el monte de la transfiguración, Pedro, Jacobo, y Juan vieron al Señor en su gloria. Andrés estaba con los desanimados discípulos al pie de la montaña. En Getsemaní los tres estaban con Jesús (Mr 14:32,33), mientras Andrés se quedó atrás con los otros. No es agradable ver como nuestros compañeros reciben atención o gozan de ciertos privilegios y uno se queda rezagado. Un corazón menos sincero se hubiera llenado de envidia, pero no pasó así con Andrés. El parecía reconocer que sus talentos eran menos importantes que los de su hermano. Debe haberle causado gran satisfacción en el día de Pentecostés y en otras ocasiones cuando Dios usó a Pedro en forma tan poderosa, y se habrá dicho a sí mismo: “Yo la traje a Jesús.”
CONCLUSIÓN.
Notemos otra vez algunos de los factores de la conversión de Simón: 1) La predicación de la Palabra de Dios por un hombre a quien Dios llamó. 2) El testimonio o declaración del predicador señalando a Jesús como el Hijo de Dios, como el Siervo de Dios, como el Mesías, y el Cordero de Dios. 3) La resolución o deseo de una persona de buscar la verdad. 4) El testimonio decidido y atractivo de un creyente sobre su experiencia con Jesús. 5) El interés de los creyentes en la comunidad, al presentarse en las reuniones donde se anuncian las buenas noticias de salvación.
Si Dios en su amor puede transformar a Simón en Pedro, sin duda hay esperanza para todos nosotros. ¿Quién habría pensado que Simón, el pescador de Betsaida, llegaría a ser el predicador de Pentecostés? ¡Qué maravilla obró Dios!
Andrés, el hombre común, fue usado por Dios para ganar a Simón Pedro. Muchos creyentes, con habilidades comunes, han sido usados por Dios como instrumentos humanos para la salvación de otros que alcanzaron más prominencia en el reino de Dios.