TEXTO: “Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mt 4:18,19)
LECTURA BÍBLICA: Lucas 5:1-11 (ver también Mt 4:18-22; Mr 1:6-20)
INTRODUCCIÓN: Andrés y Pedro, Juan y Jacobo, Felipe y Natanael se hicieron discípulos de Jesús como se relata en Juan 1:35-51. Aceptaron a Jesús como el Mesías; le escucharon con gusto; lo acompañaron en muchas ocasiones, pero no abandonaron sus tareas habituales. Andrés y Pedro, como asimismo Juan y Jacobo, eran socios en el negocio del pescado. Su negocio era bastante importante pues tenían como mínimo dos barcos y empleaban gente asalariada. Le debemos a Juan en su evangelio el informarnos que los discípulos estaban con Jesús en Caná de Galilea cuando él hizo el primer milagro (Jn 2:1-11); también en su breve visita a Capernaum (Jn 2:12); en Jerusalén cuando se produjo la primera limpieza del templo en el tiempo de la Pascua (Jn 2:13-25); y en la entrevista con Nicodemo (Jn 3:1-21). Estaban también con él en Samaria y se maravillaron de la conversación con la mujer junto a la fuente de Sicar (Jn 4:1-42). Llegaron a Galilea y presenciaron el segundo milagro de Jesús, la cura del hijo de un cortesano de Capernaum. Luego de ser rechazado en Nazaret (Lc 4:16-31), Jesús estableció su morada en Capernaum (Lc 4:31; Mt 4:13-16), una ciudad junto al mar de Galilea cerca de Betsaida, donde los discípulas tenían su empresa de pesca.
¡Qué gran privilegio es ser un cristiano que trabaja dignamente! Puede ganar dinero en una profesión, negocio, u oficio; puede mantener en alto las normas cristianas en los negocios y en su comunidad o barrio; puede ayudar y servir en la iglesia y está en condiciones de hablar a otros de Cristo sin que nadie pueda decir que le pagan para hacerlo así.
Un laico dijo sin querer más de lo que había pensado cuando expresó: “Todos no podemos ser predicadores; alguien tiene que trabajar.” Es también cierto que no todos podemos ser laicos; alguien tiene que predicar. También es cierto que las dos cosas pueden combinarse efectivamente. A veces Dios llama a un hombre que ha desarrollado un trabajo secular con todo éxito a que lo abandone y se dedique exclusivamente a predicar y cuidar de la grey. A veces Dios lo guía para que deje parcialmente su trabajo y dedique parte de su tiempo a alguna obra especial. Lo cierto es que, laicos y predicadores, todos tenemos una misión para cumplir y no podemos dejar todo en manos de unos pocos.
- LAS CIRCUNSTANCIAS DEL LLAMADO DE PEDRO AL MINISTERIO
- Multitudes se apiñaban para oír a Jesús predicar la Palabra de Dios (Lc 5:1-11). Estaba a la orilla del lago de Genezaret (conocido también como el mar de Galilea). Los barcos de pesca de Simón y Andrés y también de Jacobo y Juan se balanceaban en la orilla. Los pescadores estaban ocupados lavando sus redes. Jesús subió al barco de Simón y le pidió que lo alejara un poco de la costa. Jesús se sentó (como era la costumbre de los rabinos) y enseñó a la multitud desde el barco. Pedro debe haber estado muy contento de que Jesús usara su barco para echar la red del evangelio. Dios puede usar tu negocio también si tú se lo ofreces.
(xx) - “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” (v 4), le pidió Jesús. Pedro conocía bien su oficio; era de noche cuando más convenía pescar y el lugar para sacar más peces era cerca de la costa. Un carpintero seguramente no podía saber tanto como un pescador del arte de pescar. “Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; más en tu palabra echaré la red” (v 5). De poca gana obedeció simplemente para probar al Maestro que no había nada de pesca; La obediencia de Pedro, aunque titubeante, era obediencia. No era como algunos a quienes si un mandato de Jesús no les gusta lo desobedecen. ¡Qué sorpresa le esperaba a Simón cuando la red atrapó tal cantidad de peces que se rompía, y tuvo que llamar a sus socios para que le asistieran! La carga casi rebalsó ambos barcos.
(xx) - Simón fue confrontado con el poder y la majestad de Dios en la persona de Jesús (vv 8,9). En la presencia de la deidad instintivamente “Pedro cayó de rodillas ante Jesús. Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (v 8). Tal como lo hizo Isaías cuando vio al Señor alto y sublime y a sí mismo como un pecador en medio de un pueblo pecador (Is 6:1-7). En el caso de Juan el Bautista, este testificó: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Jn 3:30). Una opinión exaltada de Jesús y una humilde estimación de uno mismo son cualidades necesarias para servir a Dios.
(xx) - Jesús le pidió entonces a Simón Pedro (lo mismo que a Andrés, Jacobo, y Juan) que dejaran su negocio y dieran todo su tiempo al servicio de la proclamación del evangelio. En el relato de Lucas “Jesús dijo a Simón: no temas, desde ahora serás pescador de hombres, y cuando trajeron a tierras las barcas, le siguieron” (Lc 5:10-11). En el relato de Marcos, Jesús le dijo a Simón Pedro y a Andrés: “Venid en pos de mí y haré que seáis pescadores de hombres” (Mr 1:17). En forma similar llamó a Juan y a Jacobo. Su respuesta fue inmediata y completa. De Pedro y Andrés leemos: “Y dejando luego sus redes, le siguieron” (Mr 1:18). De Jacobo y Juan leemos: “Y dejando a su padre … en la barca con los jornaleros, le siguieron” (Mr 1:20).
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- Multitudes se apiñaban para oír a Jesús predicar la Palabra de Dios (Lc 5:1-11). Estaba a la orilla del lago de Genezaret (conocido también como el mar de Galilea). Los barcos de pesca de Simón y Andrés y también de Jacobo y Juan se balanceaban en la orilla. Los pescadores estaban ocupados lavando sus redes. Jesús subió al barco de Simón y le pidió que lo alejara un poco de la costa. Jesús se sentó (como era la costumbre de los rabinos) y enseñó a la multitud desde el barco. Pedro debe haber estado muy contento de que Jesús usara su barco para echar la red del evangelio. Dios puede usar tu negocio también si tú se lo ofreces.
- VERDADES GLORIOSAS CON RESPECTO AL LLAMADO DE DIOS PARA SERVIRLE
- “No temáis” cuando Dios llama. Cuando Dios llama, él toma las riendas. ¿Por qué llamó a los pescadores y no a los dirigentes religiosos? “Si alguno anhela obispado, buena obra desea” (1 Ti 3:1), pero el servicio o ministerio cristiano, como vocación, es un trabajo que debe iniciarse únicamente por el llamado expreso de Dios. “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto” (Jn 15:16).
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Humanamente hablando, aquel que dedica todo su tiempo al servicio de Dios tendrá que enfrentarse con una congregación heterogénea; a veces habrá presentes allí abogados, médicos, hombres de negocios, estudiantes, mecánicos; ¿temerá el predicador lo que va a decir? Los que son creyentes han venido para adorar y escuchar la Palabra de Dios. Mucho más importante que la medicina, la ley, o la ingeniería es el hecho de que el hombre de Dios ha de entregar fielmente el mensaje de Dios por el cual las personas han de ser atrapadas por su Dios. “Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (11 Co 5:20). Cristo promete: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 8:20).
(xx) - El llamado de Dios debe ser aceptado. Así como el llamado para recibir la salvación puede ser descuidado, de la misma manera el llamado al ministerio puede ser desoído. Algunos hombres se enorgullecen, de resistir lo que parece ser el llamado de Dios al ministerio. No podemos jactarnos de rehusar la voluntad de Dios. El consejo “No aceptes el llamado al ministerio si eres capaz de hacer otra cosa” es erróneo. Debería ser: “No aceptes el llamado al ministerio si puedes hacer otra cosa con una conciencia tranquila.” El buscar una excusa para no responder al llamado al ministerio es tan censurable como el hallar excusa para no responder al llamado al arrepentimiento y a la salvación. Se nos llama a abandonarlo todo y seguir a Jesús. Simón y sus compañeros dejaron un negocio floreciente. No podían volverse atrás. “Ninguno, que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lc 9:62). Dios puede llamar a un hombre a predicar que (como Pablo tuvo que hacerlo’ por un tiempo) tendrá que hacer otro trabajo para ganarse el sustento, pero es dudoso que Dios llame a un hombre a predicar el evangelio como algo secundario.
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El Dr. B.H. Carroll, fundador del Seminario Teológico Bautista del Sudoeste, habló de su llamado en estas palabras conmovedoras: “Yo hice un convenio solemne con Dios, que mientras viviera nunca tendría otro negocio o profesión o llamado que no fuera el de predicar el evangelio, prometí darme totalmente a ese servicio, ‘que me hunda, o nade, que viva o muera, que sobreviva o perezca’ y nunca volverme atrás o dedicarme a otra cosa, NUNCA, NUNCA, NUNCA, JAMAS. Comprendí que era un asunto sin importancia si yo moría. Recordé las palabras del Maestro: ‘Todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará’ (Mr 8:35b), y ‘todo el que quiera salvar su vida, la perderá’ (Mr 8:35a). Por cierto, puede ser que sea lo mejor para mí el morir. Puede que sea lo mejor que yo me muera de hambre; yo no lo sé. ¿Quién puede saberlo? Pero estaba seguro de que ya sea que pase hambre o que coma muy bien mi deber era predicar el evangelio” (B.H. Carroll, Jesus. The Christ, Nashville, Tenn.: Baird-Ward Press [1937], p.209).
(xx) - La voluntad y el propósito de Dios deben ser soberanos para el predicador de Dios. Pedro comprendió que el Señor conocía todo acerca de las tareas que debía realizar. Era una labor santa. Tenía que encararla con toda humildad. No habría de ganar a los hombres primeramente por su elocuencia, o conocimiento, o por una organización extraordinaria, sino por dedicar todos sus talentos al Señor. Tendría que pescar hombres donde el Señor le indicara y con la red que él quisiera.A veces la pesca más importante está muy cerca. Quizás el Señor quiere que su ministro baje las redes a mayor profundidad allí mismo donde está trabajando que tratar de buscar aguas más favorables en otra parte.
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- “No temáis” cuando Dios llama. Cuando Dios llama, él toma las riendas. ¿Por qué llamó a los pescadores y no a los dirigentes religiosos? “Si alguno anhela obispado, buena obra desea” (1 Ti 3:1), pero el servicio o ministerio cristiano, como vocación, es un trabajo que debe iniciarse únicamente por el llamado expreso de Dios. “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto” (Jn 15:16).
CONCLUSIÓN.
“Yo… honro mi ministerio” (Ro 11:13), dijo Pablo con respecto a su llamado a ser un misionero a los gentiles. A Timoteo escribió: “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús, nuestro Señor, porque me tuvo por fiel poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, e incredulidad” (1 Ti 12,13).
En la voluntad de Dios el laico es tan importante como el ministro. Dios necesita laicos; Dios también necesita ministros. Lo importante es que cada uno de nosotros esté en la voluntad de Dios.
Un médico renombrado tuvo una seria conversación con un pastor acerca de la posibilidad de ser ordenado ministro. Era un hombre dedicado de todo corazón al Señor, pero no había una evidencia clara de que el Señor lo estuviera guiando en esa dirección. El pastor le mostró que él podía servir al Señor como un médico cristiano con un testimonio hermoso mejor que como un predicador mediocre.
En la maravillosa descripción de la Iglesia como el cuerpo de Cristo en 1 Corintios 12:12-31 se hace notar que las partes del cuerpo que son más visibles no son siempre los órganos más valiosos. El corazón, y los pulmones, por ejemplo, son más importantes que la nariz y los oídos. El pastor o predicador que sube al pulpito y que aparece al frente de la congregación puede no ser tan importante como el laico cuyos servicios no son tan visibles. Laico o ministro, o pastor, seamos lo que Dios quiere que seamos y que nuestro servicio sea magnificado para la gloria de Dios.