Sermón 2: La gran comisión (Mateo 28:16-20)

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TEXTO: “Por lo tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt 28:19)

LECTURA BÍBLICA: Mateo 28:16-20

INTRODUCCIÓN. Hace unos cuarenta años, el Dr. Buford Nichols renunció al pastorado de una floreciente iglesia evangélica, y a su puesto de profesor en uno de los seminarios teológicos más importantes, para ir a la China como misionero de la Iglesia Bautista. En su discurso, al despedirse de sus compañeros y alumnos en el seminario, dijo, “Toda mi vida me he llamado a mí mismo un bautista misionero. Ahora, por vez primera me doy cuenta de que hay una diferencia entre ser un bautista misionero y un misionero bautista”. Luego, inclinándose sobre el púlpito, añadió, “¿Pero debería haber una diferencia? ¿Debería haberla…?”

La Gran Comisión fue dirigida no simplemente a los misioneros; fue dirigida a todos los creyentes. La labor misionera es el deber de cada cristiano. Y hoy en día el elemento tiempo es un factor definitivo en la respuesta que demos a este desafío. Más de una tercera parte de la población del mundo está cerrada al mensaje misionero detrás de la cortina comunista.

Otras regiones están cerradas por causa del exclusivismo nacional o a raíz de los esfuerzos de religiones anti-cristianas.

Muchos problemas acosan a las organizaciones y movimientos cristianos en sus esfuerzos para avanzar. Uno es la inflación, tanto en nuestro país como en otras partes del mundo. Se necesita cada año más dinero para mantenerse en pie. Es necesario que haya un aumento substancial en nuestro respaldo económico o se producirá un retroceso penoso. Se precisa más dinero sólo para mantenerse al día.

Otro problema es la crisis energética. La escasez de combustible ha paralizado virtualmente varias secciones del mundo. El precio es prohibitivo, cuando se consigue, y muchos viajes han debido cancelarse. El desempleo y la recesión económica han añadido al peso de nuestros problemas. Pero como creyentes podemos decir que hemos recibido en muchos casos abundantemente y tenemos una deuda hacia el mundo que perece; nuestros esfuerzos económicos son muy necesarios.

Existen tres imperativos misioneros supremos que debemos aceptar si queremos ser gente misionera.

  1. UNA EXPERIENCIA CRISTIANA QUE DESEAMOS COMPARTIR
    A menos que nosotros mismos hayamos tenido una experiencia vital con Cristo, no tenemos ninguna motivación para que otros lo conozcan. Pero si hemos rendido nuestros corazones y vidas a Él, y hemos sentido el gozo y la paz de su perdón, entonces sí tenemos un mensaje que proclamar.
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    El Dr. E. Stanley escribió una vez, “Si un cristiano dice que él no cree mucho en el trabajo misionero, realmente lo que él está diciendo es, Cristo no significa mucho para mí, así que me imagino que tampoco significa mucho para ningún otro”.
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  2. UNA CONVICCIÓN CRISTIANA DE QUE CRISTO ES EL UNICO CAMINO
    Existe una filosofía popular hoy en día que se expresa de este modo, “No importa lo que uno crea con tal que sea sincero”. Hay otra que dice, “Todas las religiones son buenas”. Si tú crees que la religión existente en estos momentos en un país dado es tan buena como la fe cristiana, no tienes la mejor justificación en contribuir a las misiones que van a predicar en ese país o en cualquier otro. Jesús dijo, “Yo soy el camino… nadie viene al Padre sino por mi” (Jn 14:6). ¿Crees que Él es el único camino, o sólo uno de los varios caminos? Es nuestra creencia que todo aquel que no se ha entregado a Cristo está fuera del círculo de los redimidos de Dios. Esto debería movernos profundamente a incrementar nuestra obra para que todos puedan escuchar el mensaje.
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    Es significativo que donde la convicción de que “no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos” se suaviza, para contemporizar con otros, ese grupo de creyentes ve disminuido su celo misionero. Mientras nosotros creamos que no hay forma de salvarse sino por medio del Señor Jesucristo, el Espíritu Santo hará arder nuestros corazones con celo misionero.
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  3. UNA COMPASIÓN CRISTIANA QUE REACCIONA CON AMOR ANTE LA NECESIDAD
    El corazón de Jesús se llenó de compasión por las multitudes al verlas como ovejas que no tenían pastor. Él miró a la ciudad de Jerusalén desde uno de los collados que la rodeaban y lloró por ella a causa de su rechazo para oír y creer y arrepentirse.
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    ¿Cuál es nuestra posición desde la cual contemplamos con compasión a un mundo sin Cristo? Algunas cifras podrían ayudar a que nos situemos:
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    En ciertos países privilegiados (como el nuestro) hay un gran número de predicadores, y en las iglesias se recogen cuantiosas ofrendas, de las cuales el noventa y cuatro por ciento se gasta para el presupuesto de esas mismas iglesias. Al contrario, el diez por ciento de los predicadores del mundo están tratando de alcanzar al noventa por ciento de la población mundial con sólo el seis por ciento del total del dinero ofrendado por los creyentes.

CONCLUSIÓN. La noche viene cuando nadie puede trabajar. Ese momento puede estar más cerca de lo que nosotros pensamos. ¿Qué estamos haciendo nosotros al respecto?