Sermón 4: El Dios que nos quía

TEXTO: “Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas, e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquellos y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros.”

LECTURA BÍBLICA: Éxodo 14:10-20

INTRODUCCIÓN: Al reunirnos en este culto final del año, no deberíamos ocuparnos tanto en evaluar lo ocurrido en el año que termina ni en las predicciones para el año que comienza como en considerar nuestra actitud al mirar en ambas direcciones. Nuestra actitud, la forma en que reaccionamos ante las cosas pasadas y las que nos confrontan, es algo muy importante. ¿Cómo encontrar esas verdades que nos ayudarán en nuestra disposición, nuestra actitud, nuestras reacciones ante las cosas de la vida?

El relato aquí en Éxodo nos ayudará. Los israelitas habían llegado al mar Rojo que les cerraba el camino de avance, cuando comprobaron con horror que detrás de ellos venían los egipcios en su persecución. Literalmente estaban entre la espada y la pared. La situación era desesperada.

Nos recuerda que todos nosotros estamos viajando a través del tiempo en un mundo convulsionado. Como los israelitas, muy a menudo nos vemos atrapados entre el mar Rojo que detiene nuestro avance y las hordas de egipcios que nos persiguen cruelmente. Lo que ocurrió en esta emergencia revela tres grandes verdades que arrojan su luz en este vívido relato.

Vemos primeramente en nuestro texto que:

  1. ALGUNOS DE NUESTROS MAYORES ENEMIGOS NO SON LO QUE NOS CONFRONTAN SINO LOS QUE NOS PERSIGUEN
    No era tanto el mar Rojo por delante como las huestes egipcias que venían detrás de ellos lo que creó el pánico dentro del campamento. Esta constituye una parábola de nuestra situación. Pensamos que hemos escapado de los fantasmas del pasado cuando repentinamente escuchamos el galope de los caballos y vemos elevarse el polvo que lanzan las ruedas de los carros enemigos a nuestras espaldas. Pensemos en qué esferas de la vida puede esto ocurrir.
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    1. Algunos de nosotros somos perseguidos por temores, complejos, inhibiciones, frustraciones, fobias, y cosas por el estilo. Todo esto, declaran solemnemente los psicólogos modernos, es el fruto de experiencias que tuvieron lugar en nuestra niñez. Dejamos los días de la niñez atrás pero estos duendes nos persiguen.
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    2. Algunos de nosotros somos perseguidos por la tristeza. Es posible que durante el año que ha transcurrido algún acontecimiento doloroso nos haya tocado. No es algún dolor futuro lo que tememos sino el pasado sufrimiento que nos persigue.
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    3. Otros están perseguidos por algún antiguo pecado, alguna tentación reincidente. Tal como los israelitas, hemos arrojado el pasado yugo a un lado y comenzado el viaje hacia la Tierra Prometida, pero ahora esa antigua tentación nos sigue y trata de echarnos mano.
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      He aquí nuestra primera verdad. Los israelitas dejaron la tierra de Egipto pero no a los egipcios. El impedimento en nuestro progreso hacia la madurez de nuestro carácter cristiano en el próximo año puede que no emane de algo en el futuro sino de cosas que arrastramos del año anterior.
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      En segundo lugar, vemos en nuestro texto que:
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  2. DIOS NO SOLAMENTE VA DELANTE DE NOSOTROS: CUBRE TAMBIÉN NUESTRA RETAGUARDIA
    El ángel de Dios, quien estaba delante de ellos para guiarlos, ahora se coloca a sus espaldas como su defensor formando una barrera entre ellos y sus perseguidores.
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    Al comenzar un nuevo año nosotros pensamos que Dios está detrás del velo del futuro. Por fe cantamos: “Me guía Él, con cuánto amor, me guía Él.” ¡Y cuán cierto es esto!
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    Pero también es cierto que precisamos un Dios que no sólo vaya delante de nosotros sino que también nos siga a retaguardia. Qué gran percepción la del salmista cuando dijo: “Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano” (Sal 139:5).
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    Un pastor contaba de un hombre en su congregación que aparecía siempre sereno y tranquilo, sin perder el tiempo en infructuosas cavilaciones sobre lo que había sucedido y lo que podía suceder. Al preguntársele cómo podía lograr esto respondió: “He establecido una regla para mi vida; cuando he cerrado una puerta la he cerrado.” Él había colocado al Sellar no solamente delante de él sino también a sus espaldas. Por cuanto él es nuestra retaguardia, cerramos las puertas del año viejo. Confiemos en el Dios que puede cerrar el camino a las huestes que nos persiguen.
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    Pero por último, hay una tercera verdad en nuestro texto:
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  3. CADA EXPERIENCIA EN LA VIDA TIENE UN DOBLE SIGNIFICADO, Y ELLO DEPENDE DE QUIEN PASA POR LA EXPERIENCIA
    La columna de nube entre los israelitas y los egipcios trajo oscuridad sobre los egipcios y arrojó luz sobre los hebreos.

    Contando con la fe nuestras experiencias significan una cosa, pero sin fe el significado es diferente. El mismo fuego que derrite la cera endurece la arcilla. Los egipcios vieron solamente una nube oscura, pero para los israelitas era luz.
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    1. Consideremos esta verdad en relación con la situación mundial. Por cierto que es bastante oscura. Mirándola tal cual es, del lado de los egipcios, sólo podemos ver negrura, confusión, peligro, y caos: una nube tétrica. Pero para el hombre de fe la nube no es totalmente oscura porque él ve la causa de la oscuridad; y ello arroja un rayo de luz. La presencia de Dios en la historia significa oscuridad para algunos y para otros luz. El hombre de fe sabe que Dios está obrando y tiene su mano en el curso de la historia.
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    2. Por otro lado, consideremos las aflicciones, desilusiones, y tragedias que nos alcanzan a nosotros. Para los egipcios sólo hay oscuridad y claman como hizo la mujer de Job: “Maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9). Pero el hombre de fe ve la luz que brilla en medio de estos acontecimientos.
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    3. O consideremos el hecho de la muerte. Para los egipcios todo es oscuridad, como el escritor de Eclesiastés expresó: “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros” (Ec 3:19), pero el hombre de fe dice: “Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Co 4:16); “Sabemos que si nuestra morada terrestre … se deshiciere, tenemos de Dios un edificio” (2 Co 5:1).
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    4. O consideremos la cruz. Para el hombre natural todo es oscuridad pues no le ve ninguna lógica, “Para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” (1 Co 1:23b). “Pero [dice Pablo] a los que se salvan… es poder de Dios” (1 Co 1:18b). La luz de la resurrección arroja un torrente de luz sobre la oscuridad de la cruz.

CONCLUSIÓN. En este culto hagamos dos cosas:

  1. Pidamos a Dios que nos dé la gracia y la fe para cerrar las puertas a lo pasado: la tentación, los malos hábitos, viejos rencores y pecados. Dios puede cerrar la puerta si confiamos en él. “Porque los egipcios que hoy habéis visto nunca más para siempre los veréis” (Ex 14:13b) fue la promesa segura de Jehová a los israelitas y es su promesa a nosotros para el nuevo año.
  2. Cobremos ánimo y marchemos hacia adelante. El pasado pertenece a Dios, el futuro está en las manos de Dios, y su poder es sobre todos y todas las cosas.