Sección III: Estudio #10 — El Servicio para Cristo

Introducción:
En el Nuevo Testamento se nos presenta a Jesucristo como el siervo, en realidad como el siervo por excelencia, el “siervo del Señor”, el cumplimiento pleno de los pasajes sobre el siervo en Isaías 42 al 53. Jesús mismo dijo: ‘Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos’ (Mr 10:45), y también, ‘yo estoy entre vosotros como el que sirve’ (Lc 22:27). Aun más, en los Evangelios le vemos sirviendo a Dios cuando servía a otros. Predicaba, enseñaba y sanaba. Alimentaba a los hambrientos. Lavó los pies de sus discípulos. Ningún servicio le resultaba demasiado humilde o demasiado exigente como para llevarlo a cabo.  Como dijo Pablo más tarde, ‘…se  despojó  a  sí mismo, tomando forma de siervo…’ (Fil 2:7).

Ahora Jesús te llama a ti a seguir en sus pasos, a imitarle, e incluso a desarrollar los ideales de servicio que él inició. Porque esta es la comisión que te dejó: ‘Como me envió el Padre, así también yo os envío’ (Jn 20:21; compara con Jn 17:18).[1]Jn 17:18, Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.  En esto como en todo lo demás, él es tu modelo. Has de entregar tu vida en servicio así como él entregó la suya.

  • En primer lugar, eres su siervo, así como él era el sirvo del Señor. Pablo, Pedro, Santiago y Judas no titubearon en comenzar sus cartas designándose ‘siervos de Jesucristo’. Sabían que él los había comprado, y que en consecuencia ellos eran posesión suya, y que por ello debían estar a su disposición.
  • En segundo lugar, la forma principal de servirle es a través del servicio a otros. ‘Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número’ (1 Co 9:19). Eres doblemente siervo, porque predicas ‘…a Jesucristo como Señor’; y tú, eres … ‘siervo por amor de Jesús’ (2 Co 4:5).

1.0- TESTIMONIO Y SERVICIO:
Ahora bien, ¿qué forma ha de adoptar tu servicio? Quiero presentar un concepto mucho más amplio y pleno del servicio cristiano que el que usualmente se considera entre nosotros. Las palabras ‘servicio’ y ‘ministerio’ son ambas traducciones del mismo vocablo griego ‘diakonía’. Cierto es que, la expresión ‘ministerio’ se aplica con frecuencia a quienes han sido ordenados. Pero el ministerio cristiano es algo que cumplen tanto laicos como pastores, en la sociedad secular como en la iglesia. De hecho, se trata de una palabra inclusiva para  toda clase de servicio realizado en el nombre de Cristo.

1.1- Las formas de ministerio:
Primero, hay diferentes formas de ministerio en respuesta a diferentes necesidades. Dado que el prójimo a quien hemos de amar y servir es una persona (con cuerpo y alma) en el seno de una comunidad, debes ocuparte de su bienestar total: físico, espiritual, y socio-político. Todos estos aspectos pueden constituir ministerio cristiano.

Nuestra preocupación prioritaria es el bienestar espiritual eterno de la gente, es decir, que conozcan a Cristo como su Salvador y Señor. Todos hemos sido llamados a dar testimonio de él cada vez que se nos presente una oportunidad adecuada. Pero también debe preocuparte el bienestar material del prójimo, como aprendemos por la parábola del buen samaritano. No hay necesidad de optar entre evangelización y responsabilidad social. Hacerlo refleja un dualismo entre cuerpo y alma, entre este mundo y el próximo, algo que la Biblia no enseña. Has sido llamado a dar testimonio como también a servir; ambos aspectos forman parte de tu ministerio y misión cristianos.

1.2- Los tipos de ministerio:
Segundo, hay diferentes tipos de ministerio, determinados por el don particular y el llamado que cada persona reciba. El siervo puede servir por medio de sus oraciones, sus dones, sus intereses y estudios, su capacidad para alentar a otros, o  por  una activa participación personal en diversas tareas.

1.3- Las esferas de ministerio:
Tercero, hay diferentes esferas de ministerio, según el lugar en el cual Dios nos coloca, comenzando con la propia casa y lugar de trabajo, siguiendo con la iglesia local y el vecindario más próximo, y culminando con las necesidades del mundo en general. Un ministerio verdaderamente integral incluye estos tres aspectos. Obviamente Dios te llama a especializarte según tu vocación particular, tus dones, intereses y oportunidades. No obstante, el ministerio cristiano se relaciona con personas completas que sirven a personas completas en un mundo completo.

En este estudio, voy a concentrarme en las diversas esferas del ministerio cristiano, sin olvidar sus diferentes formas y tipos. Estas esferas constituyen 5 círculos concéntricos, que se irradian de nuestro “centro” personal formado por la casa o familia y el trabajo, hacia la iglesia y el vecindario, hasta alcanzar el mundo todo.

1.3.1- El ministerio en el hogar:
Según la Biblia, el matrimonio es una institución divina, no humana, y ‘Dios hace habitar en familia a los desamparados’ (Sal 68:6). En efecto, hay un énfasis decidido en las Escrituras en el deseo de Dios de que las personas cuenten con vida de familia estable, alentadora, amorosa y enriquecedora. Su ideal es que comencemos la vida en el seno de una familia, y que crezcamos en relación con nuestros padres y los hermanos y hermanas que pudiéramos tener, hasta que (de conformidad con el propósito general de Dios) nos casemos y tengamos una familia propia.

En cada etapa tenemos una responsabilidad dada por Dios para con todos los demás miembros de nuestra familia. La gente joven no debería tratar su hogar como un hotel, aun cuando desde luego deben tener libertad para desarrollar intereses externos al mismo. Los padres no deberían nunca preocuparse tanto por su carrera o su iglesia, sus tareas comunitarias o sus formas de entretenimiento, que sus hijos (o su pareja) se sientan desplazados a un segundo lugar. El libro de Proverbios tiene mucho que decir acerca de la responsabilidad paternal en la formación de los hijos.

Hay tantas cosas en el mundo moderno que contribuyen a desintegrar las familias (particularmente el divorcio y el abuso de niños) que es preciso tomar acciones positivas para mantener unida la familia, sean estas salidas, deportes, música, teatro, juegos o la lectura en voz alta. Cuando los hijos comienzan a salir del hogar, procura mantener contacto por carta, visitas o llamadas telefónicas. Luego, cuando los padres queden solos, y se hagan viejos, saben que no serán olvidados. Si uno o dos miembros de la familia son cristianos, mientras que otros no lo son, seguramente anhelarán presentarles a Cristo; no predicando sermones, sino mediante sus oraciones específicas y mediante un comportamiento correcto y generoso, en tanto esperan la oportunidad para hablar con humildad y naturalidad acerca de Cristo.

El ministerio cristiano es más amplio que esto, pero es una verdad indiscutible que “la caridad comienza en la casa”.

1.3.2- El ministerio en el trabajo:
El lugar de trabajo es la segunda esfera en la que eres llamado a servir, a ejercer un ministerio cristiano. Algunos creyentes entienden esto como evangelización. O sea, ven su trabajo principalmente como una oportunidad de dar testimonio a sus colegas o compañeros de labores. Lo es, por cierto, especialmente si eres el único que profesas la fe cristiana en el negocio o en la fábrica, y siempre que tu testimonio esté respaldado por la calidad de tu trabajo. Pero tus actividades cotidianas tienen su propio valor como una forma de ministerio cristiano, independientemente de la evangelización. Hace falta, pues, una filosofía de trabajo.

Comencemos en Génesis 1, donde Dios se representa a sí mismo como un trabajador consciente, creativo, diligente y responsable. Habiendo hecho el mundo, sigue supervisándolo, sosteniéndolo, renovándolo. Luego cuando creó los seres humanos a su propia imagen, los hizo trabajadores creativos también. Tener presente que cuando trabajas, eres semejante a Dios, agrega honor y dignidad a tus labores. El trabajo que haces adquiere mayor importancia todavía, porque te permite beneficiar a otros. Por tu trabajo, no sólo te ganas la vida y así sostienes a tu familia, sino también ayudas a los  necesitados, y contribuyes al bien común.

Hay, no obstante, una visión más elevada del trabajo. Dios quiere que lo veas como una mayordomía encargada por él, incluso como una sociedad integrada con él, para la que él te ha designado. Él hizo la tierra, y luego él dijo a los seres humanos que la subyugaran y la gobernaran (Gn 1:26-28). Dios plantó un huerto, y luego puso a Adán allí para cultivarlo y cuidarlo (Gn 2:8,15). Tanto en sentido global (la tierra), como local (el huerto), regía el mismo principio de la mayordomía.

Dios nos ha delegado la responsabilidad de proteger el ambiente y desarrollar sus recursos. No eres, entonces, un simple administrador de la propiedad de Dios. Dios se ha humillado al punto de solicitar nuestra cooperación en una genuina sociedad. Él crea; nosotros cultivamos. Él planta; nosotros desarrollamos. Lo que él da se llama “la naturaleza”; lo que contribuimos nosotros se denomina “cultura”. La cultura es imposible sin la naturaleza, ya que no tendríamos nada que cultivar si Dios no hubiese  provisto  esta última. Pero igualmente, la naturaleza tiene valor limitado sin la cultura, por cuanto Dios nos ha provisto de materia prima y ha dejado en nuestras manos su conversión en productos necesarios.

Todo trabajo honroso, sea manual o intelectual, sea asalariado o voluntario, por humilde o insignificante que fuere, tiene que ser visto por los cristianos como una forma de cooperación con Dios, en la que compartimos con él la transformación del mundo que él hizo y entregó a nuestro cuidado. Esto se aplica por igual a las fábricas y talleres, al comercio y a los servicios públicos, a las profesiones, al trabajo de ama de casa, y a la maternidad de tiempo completo. El gran mal del desempleo es que a algunas personas se les niega este privilegio.

En cuanto a la forma particular que ha de adoptar la sociedad que integrarás con Dios (es decir, qué carrera seguir, o qué trabajo realizar), esto dependerá más que ninguna otra cosa de tu temperamento y tus talentos, de tu educación y preparación. Procura esforzarte, pues, por llevar a feliz término tu servicio para Dios, a fin de que todo lo que eres y tengas se haga efectivo, y no se frustre.

1.3.3- El ministerio en la iglesia:
Cuando la gente habla acerca del ministerio cristiano, es muy probable que esté pensando acerca de tareas en la iglesia, es decir, en servicio realizado en la iglesia y para ella y en particular en las actividades de los pastores. Pero el ministerio no está limitado a los pastores y a las iglesias, como ya hemos visto. Obviamente, la iglesia local es una importante esfera de ministerio cristiano. Todos los cristianos deberían ser miembros de alguna iglesia, y todos los miembros de iglesias deberían ser activos, cumpliendo servicios para su iglesia.

Hay, desde luego, muchas tareas voluntarias que en toda iglesia dependen de un noble grupo de héroes y heroínas (con harta frecuencia no muy apreciados). Estoy pensando en buenas obras tales como limpiar la iglesia, arreglar las flores, hacer cosas y remendar otras, lavar la vajilla, escribir sobres y despachar cartas, ayudar a la gente a ubicarse en los asientos, contar y llevar al banco las ofrendas, llevar los libros, cantar en el coro, tocar en el conjunto musical, dirigir el orden de culto, leer las lecturas bíblicas, enseñar en la escuela dominical, dirigir el grupo juvenil y colaborar en las comisiones de la iglesia.  Estas tareas —y otras— son vitales para el buen funcionamiento de toda iglesia.

Lo triste es que comúnmente la visión de las tareas para los laicos termina allí. La razón es que a menudo se hace una división demasiado rígida entre los pastores y los laicos, con una distinción entre el ministerio “pastoral” (o sea, lo que compete a los pastores) y el servicio práctico (las cosas que pueden hacer los laicos). Ahora bien; es cierto que en el Nuevo Testamento el papel principal del pastor radica en la enseñanza, que incluye la predicación, el dar consejo a personas, y la preparación de grupos. Pero el ministerio “pastoral” puede perfectamente ser compartido con laicos que tengan dones y que estén preparados y comisionados para cumplir esas responsabilidades.

Las iglesias presbiterianas tienen “Ancianos de Iglesia” y “Diáconos”, quienes trabajan en íntima cooperación con los Pastores. A veces predican y dirigen cultos y colaboran en la celebración de la Cena del Señor; visitan, aconsejan, son líderes de grupos de estudio, preparan a otros para el bautismo y el ingreso como miembros de la iglesia; preparan parejas para el matrimonio y supervisan diversos ministerios necesarios para el desenvolvimiento de la iglesia.

Es un error, por consiguiente, hacer referencia al pastorado como “el ministerio” porque da la impresión de que no hay ningún otro. La verdad es que hay cientos de ministerios cristianos diferentes en la iglesia y en la comunidad. Por cierto que es un privilegio muy especial ser llamado al ministerio pastoral ordenado. Es una “buena obra”, afirma Pablo en 1 Ti 3:1, dado que los pastores son ‘puestos por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre’ (Hch 20:28). Pero no debemos colocar a los pastores sobre un pedestal. Tampoco deben colocarse allí los propios pastores. Más bien, deberíamos reconocer los diversos dones que Dios da a su pueblo, y formar un equipo de líderes en la iglesia local integrado por pastores y laicos, hombres y mujeres, asalariados y voluntarios, jóvenes y viejos, cuyos dones se aprovechan para la edificación de la iglesia.

1.3.4- El ministerio en el vecindario:
Además del hogar y el trabajo, los cristianos pertenecen a dos comunidades particulares: su iglesia local (que acabamos de considerar), y su vecindario inmediato. Es adecuado que haya alguna superposición geográfica entre ellas, lo cual ocurre si vives en o cerca de la zona donde su ubica tu iglesia. El “cristianismo viajero” (el que supone viajar grandes distancias para ir a la iglesia los domingos) es inevitable en algunas situaciones, pero tiene la seria desventaja de separar la vida de iglesia de la del hogar y el vecindario.

Todos los discípulos de Jesús han sido ‘enviados al mundo’ por él (Jn 17:18). ¿Cuál es, por consiguiente, el ‘mundo’ al que nos ha enviado?  ¿Y para qué fin nos envía allí? ‘El  mundo’ no significa necesariamente el planeta tierra, aunque es cierto que tenemos una responsabilidad global, y la vamos a considerar en la sección siguiente. Significa, mas bien, cualquier parte de la comunidad humana, cercana o lejana, que no conoce ni honra a Dios. En la Biblia, y especialmente en los escritos de Juan, ‘el mundo’ generalmente significa lo que llamamos “la sociedad secular”, no cristiana. Allí es donde te envía Jesús.

No tienes libertad para mantenerte en la seguridad de los edificios de la iglesia, ni en la agradable atmósfera de la fraternidad que ella te ofrece. Naturalmente que si tu lugar de trabajo es un ambiente no cristiano, en la práctica ya vas ‘al mundo’ todos los días. Y lo mismo puede aplicarse al hogar y a la familia.

Pero ¿por qué manda Jesús a sus seguidores a ir al mundo? La razón que dio en el Sermón del Monte, es que él quiere que tú seas tanto ‘sal’ como ‘luz’:

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?  No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.  Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.  (Mt 5:13-16)

Ambas comparaciones indican que los cristianos han de saturar la sociedad, así como sal detiene la descomposición causada por las bacterias, y como luz reduce y hasta desaloja las tinieblas. Juntas, estas dos metáforas ilustran la misión de la iglesia.

Como sal, debes mantener con tal firmeza los valores y las normas del reino de Cristo para así ayudar a impedir el deterioro social. Y tu luz (que en realidad es la luz de Cristo y su evangelio) debe brillar de tal manera que por medio de tus palabras y obras la gente llegue a creer en él.

En esto está incluido tu vecindario inmediato. Un solo hogar cristiano que dé testimonio como tal con valentía, puede ejercer una influencia enorme en la región. Y se espera que la iglesia local influya en la comunidad local, tanto dando a conocer las buenas noticias de Jesucristo como comprometiéndose en forma constructiva con la vida de la localidad. No puedes aceptar el privilegio de adorar en la iglesia y a la vez rechazar la responsabilidad de testificar en la comunidad.

Es conveniente que cada iglesia tenga su “comisión de avanzada”, cuya tarea consiste en idear modos apropiados de dar a conocer las buenas nuevas de Cristo a los residentes del vecindario. Puede  planear visitas de casa en casa, o la distribución en toda la zona de un mensaje apropiado para la época del año (por ejemplo, Navidad o Semana Santa). Puede organizar algunas actividades, ya sea en la iglesia o en otro edificio, a los que pueda invitar a todos los vecinos. Puede asegurar que pequeños grupos de miembros de la iglesia se ocupen de aspectos particulares de la vida de la comunidad local; por ejemplo, haciéndose miembros de un equipo o centro deportivo, aportando una dimensión cristiana a alguno de los servicios sociales, o procurando que la biblioteca pública tenga una sección adecuada destinada a libros cristianos.

No toda la participación tiene que ser organizada por tu iglesia local. Podrá haber miembros individuales de la iglesia que tomen sus propias iniciativas, en parte por esparcimiento propio y en parte también para cumplir un servicio. Es muy importante que haya cristianos conocidos que intervengan en el gobierno local, que formen parte de las comisiones y juntas de escuela, y que ofrezcan ayuda a alguno de los innumerables servicios que necesitan voluntarios.

Hay muchas oportunidades en organizaciones cívicas, teléfonos que atienden emergencias, centros a los cuales pueden acudir jóvenes y adultos sin empleo, hospitales y hospicios, hogares para ancianos, cárceles o instituciones para menores con conflictos. También podemos integrar grupos que se ocupan del medio ambiente, o grupos que se responsabilizan de velar por los niveles morales y éticos de la comunidad y de proveer apoyo y cobertura para la gente joven en situaciones de riesgo.

1.3.5- El ministerio en nuestro mundo:
En años recientes, el movimiento ecológico ha popularizado el concepto de “un solo mundo”, o sea, que el planeta tierra es como una nave espacial vulnerable, y que somos responsables de su cuidado y mantenimiento. Años atrás, una distinguida economista hacía un llamado a desarrollar un sentido de “comunidad planetaria así como de compromiso planetario”. Nosotros los cristianos tendríamos que haber difundido y respaldado este concepto hace siglos, por cuanto la Biblia enseña claramente acerca de la unidad del planeta y de la raza humana.

En ese sentido, todo ser humano es nuestro prójimo, y ni su raza, nación, clase social o lengua particular disminuye nuestra responsabilidad para con él. Es urgente, pues, en el nombre de Cristo, que repudies todo estrecho espíritu localista, y que adoptes en cambio una ciudadanía universal consciente. Los cristianos, como ciudadanos del mundo, estamos comprometidos tanto con la misión mundial como con una preocupación por cuestiones mundiales.

La misión mundial (a veces llamada evangelización mundial) no debe descartarse como la aventura o entretenimiento de unos cuantos fanáticos. Tampoco podemos descartarla por estar a tono con la tolerancia religiosa en nuestras sociedades que son cada vez más pluralistas. Por cierto que no.  La evangelización del mundo forma parte de nuestra obediencia cristiana, porque fue el mismo Señor resucitado quien proclamó la Gran Comisión, cuando dijo: ‘Id, y haced discípulos a todas las naciones’ (Mt 28:20). Es  la  expresión natural del amor de Dios, que le llevó a entregar a su propio Hijo por el mundo (Jn 3:16).  Además, Dios ha ‘súper exaltado’ a Jesús, asignándole el lugar de supremo honor, a su derecha, con el fin de que toda rodilla se doble ante él y toda lengua confiese q. él es Señor (Fil 2:9-11).

Si este es el deseo de Dios, debe ser el nuestro también. En consecuencia, Dios llama a algunos para ser mensajeros transculturales de las buenas noticias. Su título tradicional es el de “misioneros”, si bien en la actualidad con frecuencia se les llama “socios en la misión”, pues comparten la tarea de diseminar el evangelio por todo el mundo.

Pero todos los cristianos sin excepción deberíamos contribuir en alguna forma a la misión mundial de la iglesia encomendada por Dios. La mejor manera es desarrollar un interés personal en una o dos misiones o misioneros en particular con el fin de estar informados, leer sus informes, mantener correspondencia con ellos, y apoyarlos en forma regular con nuestras oraciones y con nuestra sacrificada cooperación económica.

Nuestra preocupación por cuestiones mundiales demanda un compromiso con la paz, la justicia, y el medioambiente. Dado que los problemas son tantos y tan variados, probablemente sea mejor elegir alguno de ellos según tu interés personal particular, y procurar estar informado y comprometerte a colaborar de alguna manera. Quizá la mejor forma de hacerlo es uniéndote a algún grupo que se haya comprometido a estudiar y actuar en el aspecto que te interesa, ya sea el hambre o la falta de techo, la desigualdad económica norte-sur, la ecología, el carácter sacrosanto de la vida humana, la armonía racial o los derechos humanos, etc. 

CONCLUSIÓN:
Esta breve visión panorámica de diversas esferas de servicio cristiano —el hogar y el trabajo, la iglesia, la comunidad y el mundo— puede resultar abrumadora. Cada uno de nosotros tiene tiempo limitado y energías limitadas. A mí me alivia recordar el simple hecho de que todos no pueden hacerlo todo. Nadie debería intentarlo tampoco. Porque Dios está edificando su iglesia, y él llama a  los  diversos miembros de la misma a concentrarse en los diferentes ministerios.

Tienes, pues, un ministerio cristiano en el hogar y en el trabajo. Estas son responsabilidades que no puedes soslayar. Pero si inviertes el resto de tu tiempo disponible en la iglesia local, en la comunidad donde vives, o en la atención de asuntos globales, o si dedicas parte del tiempo a cada una de estas tareas, es asunto que cada cual ha de decidir a conciencia delante de Dios. Tus dones, personalidad, trasfondo, intereses y sentido de llamado te ayudarán a discernir el  propósito que tiene Dios para tu vida.

Lo que está claro es que él te llama a dar tu vida en servicio. El apóstol Pablo lo expresó así: ‘Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres’ (Col 3:23). El himnólogo Ira B. Wilson lo expresó así (#605 SDG):

 1- Muchos que viven en tu derredor,
…..tristes, hambrientos están;
…..tú, por tu vida, les puedes llevar
…..gozo, luz y bendición.

    Coro: Usa mi vida, usa mi vida
…..para tu gloria, oh Jesús;
…..todos los días y hoy quiero ser
…..testigo tuyo, Señor, por doquier.

 2- Di a los tristes que Dios es amor;
…..Él quiere dar su perdón
…..A los que vienen a Cristo Jesús
…..Buscando paz, salvación.

 3- Toda tu vida hoy rinde al Señor,
…..Cada momento sé fiel;
…..Otros que vean en ti su amor,
…..Pronto se rinda a él.

GUÍA DE ESTUDIO

PREGUNTAS:

  1. ¿Cómo explicarías a un miembro no cristiano de tu familia que piensa que te estás volviendo un fanático religioso, para que entienda que el cristianismo es más que sólo “ir al templo los domingos y oír oraciones”?
  2. ¿En cuál de las cinco esferas de servicio bosquejadas en este estudio consideras que eres más débil? ¿Cómo podrías fortalecer tu contribución en esta esfera?
  3. ¿Cómo entiendes la frase: “el servicio para él es libertad perfecta”? ¿Hasta qué punto has encontrado que es verdad?

PROMESA:
Sabiduría divina – Santiago 1:5.
Guía divina – Salmo 32:8-9

ORACIÓN

References

References
1 Jn 17:18, Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.